En medio de una Cuba sumida en apagones de hasta 20 horas diarias, estudiantes de las universidades de Ciencias Médicas en Guantánamo y Cienfuegos rompieron el silencio con protestas nocturnas que sacudieron los albergues estudiantiles. A golpe de cacerolas y gritos por electricidad, denunciaron no solo la falta de luz, sino también el hambre, la insalubridad y las amenazas del régimen.

29 MAY 2025 – 13:32 (CEST)
El hartazgo llegó al límite. La noche del 27 de mayo, los apagones interminables en Cuba no solo oscurecieron los dormitorios de las becas estudiantiles, sino que también encendieron la indignación de cientos de jóvenes en al menos dos universidades de Ciencias Médicas del país. En Guantánamo y Cienfuegos, estudiantes becados salieron a protestar en medio de la oscuridad, a golpe de cacerolas, gritos y desesperación.
Un video compartido por el usuario Saúl Manuel en Facebook capturó la escena en Guantánamo: un apagón total, y entre la negrura, el sonido de cacerolas chocando y voces exigiendo “¡corriente!” se elevaban como clamor de una generación exhausta. “Anoche en la Universidad de Ciencias Médicas de Guantánamo”, escribió el internauta junto al material audiovisual que no ha podido ser verificado por fuentes independientes, aunque fue replicado por el periodista cubano José Raúl Gallego, residente en México.
La chispa que encendió esta oleada de protestas, sin embargo, parece haber encontrado su epicentro más documentado en la Universidad de Ciencias Médicas de Cienfuegos, donde los becados, sometidos a condiciones extremas, dijeron basta. Según publicaciones en el grupo de Facebook “Revolico Cienfuegos”, una vez concluido el toque de taquillas —ritual nocturno habitual en los albergues estudiantiles—, comenzó la intimidación.
“Pasaron cuarto por cuarto diciéndole a los estudiantes que salieran y preguntando si había algo que decir”, denuncia un usuario anónimo. “Bastante camuflada la amenaza, porque todos sabemos lo que pasa si se habla”.
Los testimonios son demoledores. Camila Hernández, quien se identifica como estudiante de Medicina en esa institución, escribió: “La escuela se cae, pasamos días enteros sin agua, la comida no se puede ni mirar, el agua para tomar es un fanguito… y mientras todas estas cosas pasan, nadie viene. Vienen todos en manada cuando exigimos lo que por derecho nos pertenece”.
Hernández asegura que, tras el inicio de la protesta, apareció un teniente en el recinto: “Nos amenazaron con botarnos a todos de la beca”. En Cuba, perder la beca universitaria no es simplemente dejar de estudiar: es quedar desamparado en un país sin oportunidades.
La protesta fue audible incluso desde los barrios aledaños. “Desde mi casa se oía bien fuerte”, relató Glennys Dayana Álvarez López. “Es una falta de respeto con esos niños que están estudiando todas las noches dormir a oscuras y con todas las necesidades que pasan ahí. Ya la juventud no quiere estudiar”.
Aunque los medios oficiales guardan silencio, las redes sociales siguen siendo, en este contexto, la única ventana hacia la verdad. José Raúl Gallego, periodista cubano exiliado, explicó la raíz del problema: “Quien ha estado becado sabe las pésimas condiciones en que están las becas de las escuelas, y ahora sin luz, todavía más. La dictadura cubana desde sus inicios hizo todo lo posible por controlar y neutralizar el movimiento estudiantil”.
Para Gallego, lo que está ocurriendo no es una simple queja energética, sino un síntoma profundo de un mal sistémico: “Ojalá las universidades vuelvan a ser el hervidero de rebelión contra la injusticia y conciencia social que fueron antes de que el castrismo se apoderara de ellas”.
Estas manifestaciones no son hechos aislados. Desde la semana pasada, se han reportado protestas espontáneas en ciudades como Pinar del Río, Bayamo y Santiago de Cuba. El factor común: apagones de hasta 20 horas diarias. El Gobierno ya ha admitido que no habrá solución a corto plazo. Las autoridades estiman que el problema energético persistirá por al menos tres años más.
Entretanto, los estudiantes —el supuesto “futuro de la Patria”— sobreviven entre paredes que se desmoronan, cocinas sin alimentos y dormitorios donde solo hay oscuridad. No es solo la falta de electricidad; es la ausencia de esperanza.
La situación toca un nervio delicado del poder. La juventud organizada, como bien saben los estrategas del régimen, puede ser un catalizador de cambios. Por eso la represión no tarda en llegar cuando alguien decide hablar. Sin embargo, con cada noche sin luz y cada plato vacío, crece la indignación.
Lo ocurrido en las universidades médicas de Guantánamo y Cienfuegos podría marcar un nuevo capítulo de rebeldía silenciosa. La chispa se ha encendido, y esta vez viene desde las aulas.
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