
22 MAY 2025 – 14:10 (CEST)
La formación médica en Cuba, tradicionalmente vista como un pilar del sistema educativo nacional, atraviesa una etapa crítica. En universidades como la de Ciencias Médicas de Villa Clara, los estudiantes enfrentan condiciones materiales y emocionales que comprometen no solo su rendimiento académico, sino también su bienestar personal. Profesores y alumnos coinciden en que la situación ha llegado a un punto límite: madrugar para estudiar, dormir para rendirse. Debido a los apagones frecuentes, muchos estudiantes deben estudiar en la madrugada, cuando vuelve la electricidad.
“La corriente llega a las tres o cuatro de la mañana. Si no te levantas a esa hora, no estudias”, explica un alumno de cuarto año. Esta rutina interrumpe el sueño, aumenta el estrés y afecta directamente el rendimiento académico. Un profesor de Fisiología, que pidió mantener su nombre en el anonimato, confirma la situación: “Lo vemos en clase. Estudiantes que no rinden, que están agotados. Algunos se nos duermen durante una práctica. Pero no es por falta de interés, es por las condiciones en que viven”.
Comedores sin variedad y restricciones alimentarias
La alimentación en los comedores universitarios ha perdido toda diversidad. Arroz blanco con chícharos es lo más común. “Eso no alimenta, ni llena”, comenta una estudiante. Ante esto, muchos alumnos han recurrido a llevar aliementos desde casa y a usar cocinas eléctricas personales para prepararse algo más nutritivo dentro de sus residencias estudiantiles Pero esa alternativa también ha sido restringida.

Recientes inspecciones administrativas llevaron al decomiso de hornillas, arroceras y calentadores de agua en las residencias estudiantiles. Una profesora que prefiere manterse anónima justifica parcialmente esta medida: “Comprendemos las dificultades, pero la universidad tiene un límite de consumo eléctrico. Muchos equipos conectados a la vez han provocado bajones de corriente. Lo que falta es una solución institucional, no solo prohibiciones”. Los estudiantes, sin embargo, lo interpretan como una medida punitiva más.
“Ni cocinar por nuestra cuenta nos dejan. La comida de la escuela no alcanza ni para sobrevivir”, dice Ariel, un joven de segundo año.
En las residencias, los alumnos solían usar esos calentadores para no tener que ducharse con agua fría y sucia.

Una economía universitaria insostenible
El problema económico se agrava fuera del comedor. Una pizza de queso cuesta 150 pesos, una lata de refresco 200, y un almuerzo callejero puede superar los 500. La alimentación básica de una semana le cuesta a un estudiante entre 2.500 y 3000 pesos, lo que equivale un poco más de 10.000 pesos mensuales, en un país donde el salario medio no alcanza los 5.000.
“Muchos padres tienen que elegir entre comer ellos o enviar dinero al hijo que estudia”, afirma Aniceto, un profesor con más de dos décadas de experiencia. “Yo he tenido que llevar comida a alumnos míos que no tenían qué cenar”.Según informaciones internas, un alto porcentaje de los estudiantes de medicina en Villa Clara recibe ayudas de familiares en el extranjero o recurre a trabajos informales para poder mantenerse.
Deserciones en aumento y éxodo profesional
Más de 100.000 estudiantes están inscritos en carreras médicas en Cuba. Pero según datos no oficiales recopilados por grupos académicos, al menos un 21% ha abandonado la carrera en los últimos tres años y casi la mitad de los estudiantes graduados deciden irse del país, otros esperan la oportunidad de recibir alguna mision médica para salir del país y mejorar ligeramente las condiciones de vida. Según datos recopilados por la revista El Estornudo, en una brigada de 30 estudiantes de sexto año de Medicina en el Hospital Manuel Fajardo de La Habana, 16 de ellos, es decir, aproximadamente el 53%, residen de forma permanente en el extranjero menos de dos años después de graduarse. Este ejemplo sugiere que más de la mitad de los graduados en medicina optan por emigrar poco tiempo después de finalizar sus estudios. Además, entre 2019 y 2024, cerca de 99.000 trabajadores del sector salud han abandonado el Sistema Nacional de Salud cubano, de los cuales 40.000 son médicos.
“No vale la pena estudiar seis años para ganar 5.000 pesos. Yo me gradué en julio, y en junio me voy para Uruguay”. La frase, repetida entre pasillos, refleja la percepción de que el esfuerzo académico no se traduce en oportunidades dignas dentro del país.
Profesores entre la vocación y la frustración
Los docentes también enfrentan condiciones precarias. El salario promedio de un profesor universitario oscila entre 4.000 y 6.000 pesos. Muchos dan clases en varias facultades o realizan guardias médicas para completar ingresos. La falta de recursos para las prácticas, el deterioro de laboratorios y la escasez de materiales didácticos afectan directamente la calidad de la enseñanza.
«El sistema todavía forma buenos médicos. Pero a un costo humano muy alto”, concluye un profesor. “Y eso no es sostenible”.
Un sistema en crisis, una generación agotada.
Estudiar Medicina en Cuba siempre implicó sacrificios, pero lo que antes se asumía como compromiso hoy se vive como desgaste. La vocación sigue viva en muchos estudiantes, pero en condiciones cada vez más precarias. Las universidades médicas del país, que otrora fueron referentes en América Latina, enfrentan hoy una tormenta perfecta: falta de financiamiento, migración de talento, deterioro infraestructural, colapso alimentario y desconexión institucional con las necesidades reales de los estudiantes.
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