
21 MAY 2025 – 12:40 (CET)
La última vez que hablé con mi madre fue hace una semana. Me acuerdo porque era domingo y ella siempre trata de llamarme ese día, aunque no siempre pueda. Ese día hablamos menos de tres minutos. La imagen se congelaba, su voz iba y venía como una radio mal sintonizada. Le dije “te quiero”, y no sé si lo escuchó.
Desde entonces he intentado llamarla varias veces. A veces ni siquiera entra la llamada. Otras, el teléfono suena pero nadie responde. No es que no quiera hablar conmigo, es que no puede. En Cuba, hablar por Internet con un familiar es casi un milagro.
La conexión es pésima, eso lo sabemos todos. Pero lo que muchos no saben —o no quieren ver— es que esa mala conexión no es solo cuestión técnica: es una expresión brutal de la precariedad y el abandono. Las radiobases que dan servicio móvil en los pueblos funcionan conectadas a la corriente eléctrica, y cuando hay apagones —cada vez más largos— solo queda una batería de respaldo que dura poco más de una hora. Después de eso, el pueblo entero se queda sin señal.
Mi madre vive en uno de esos pueblos. Cuando la electricidad se va —por 8, 10 o hasta 14 horas— también desaparece la cobertura. Sin luz, sin datos, sin llamadas. Sin nada.
ETECSA: millones en ingresos, cero en mejoras
La única empresa de telecomunicaciones del país, ETECSA, mantiene el monopolio total y ha ganado cientos de millones de dólares en los últimos años. En 2022, sus ingresos superaron los 900 millones de dólares. Pero en 2024, apenas el 10% provino del exterior —una caída drástica respecto al 63% en 2020. La causa: cada vez menos cubanos en el exilio recargan saldo a sus familiares. En parte por la mala calidad del servicio, pero también por el desbalance financiero que genera el mercado informal.
Recargar o enviar efectivo: la nueva matemática del exilio
Una recarga internacional de 20 euros, que ETECSA quintuplica, equivale a 2,500 pesos cubanos de saldo. Suena generoso. Pero en el mercado informal, esos mismos 20 euros se cambian a unos 385 CUP por euro (según la tasa de El Toque), lo que daría cerca de 7,700 pesos. Es decir: recargar le deja menos del 33% del valor real a la persona en Cuba. Por eso, muchos prefieren enviar efectivo con alguien que viaje a la isla. Así el familiar recibe más y puede usarlo como quiera: comprar comida, medicamentos o incluso datos móviles… cuando haya señal.
Promesas rotas y un monopolio cómodo
A lo largo de los años, ETECSA ha hecho anuncios de mejoras que nunca llegaron. Uno de los más recordados fue la promesa de un nuevo cable coaxial internacional que mejoraría la velocidad de conexión. En su momento la empresa anunció con bombo y platillo la instalación de un nuevo cable coaxial submarino que mejoraría sustancialmente la conectividad del país. La noticia trajo esperanzas, titulares optimistas, discursos oficiales pero finalmente quedó en nada —como tantas otras promesas. La realidad es que, sin competencia, ETECSA no tiene incentivos reales para invertir ni mejorar. Tiene a sus clientes seguros, no importa cuán malo sea el servicio. Y así, el país entero sigue pagando precios altos por servicios lentos, inestables y colapsados.
Y lo peor es que, en medio de todo eso, el silencio se impone. La falta de señal se convierte en una forma más de aislamiento. Un muro invisible que nos separa, nos corta la voz, nos corta el alma.
Hablar con tu familia debería ser un derecho. En Cuba, es un privilegio precario, intermitente, que depende del azar, de una batería, de una antena vieja y de un sistema que no invierte, que no mejora, que no cuida. Hoy intenté llamarla otra vez. Nada. Y vuelvo a esperar.
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