El brutal asesinato del carpintero Adrián, ocurrido en la madrugada del lunes en su casa en Ciego de Ávila, ha desatado una ola de consternación, indignación y miedo entre vecinos, familiares y usuarios en redes sociales. El crimen, perpetrado presuntamente durante un intento de robo, pone una vez más bajo la lupa la creciente inseguridad ciudadana que vive Cuba.

29 MAY 2025 – 13:30 (CEST)
La comunidad avileña se encuentra sumida en el dolor y la incredulidad tras el asesinato de Adrián, un reconocido carpintero de la ciudad, que fue hallado sin vida en su vivienda ubicada en la calle Maceo, entre Benavides y Chicho Torres. El crimen ocurrió en la madrugada del lunes 27 de mayo, cuando varios delincuentes ingresaron a su casa con la intención de robar.
Según informaciones preliminares divulgadas en redes sociales por vecinos y allegados, Adrián fue atacado mientras dormía. Le habrían inmovilizado con una almohada sobre el rostro y le dispararon en la cabeza a quemarropa. Su cuerpo fue encontrado al día siguiente por familiares y ayudantes, quienes alertaron a las autoridades entre gritos desgarradores.
En la casa se encontraban también su madre y sus dos hijos pequeños, quienes dormían en otra habitación y milagrosamente no escucharon el ataque. Posiblemente, esa circunstancia les salvó la vida.
Los criminales sustrajeron una cadena valorada en más de mil dólares y un teléfono móvil. Intentaron abrir una caja fuerte, sin éxito, y abandonaron el lugar antes de que alguien pudiera darse cuenta.
La policía local ha detenido hasta el momento a dos de los tres sospechosos, ambos menores de 20 años. Uno de ellos, de apenas 17 años, habría colaborado con las autoridades en la investigación. El presunto autor del disparo mortal permanece prófugo y las fuerzas del orden han intensificado los operativos para dar con su paradero.
Un crimen que hiere al barrio
La noticia ha corrido como pólvora en las redes sociales y en los portales de noticias independientes, generando una avalancha de reacciones de dolor, rabia e impotencia. “Un chamaco sano, un tipo jodedor y siempre sonriente”, lo describió Guillermo Rodríguez Sánchez en un emotivo mensaje publicado en Facebook. “Padre dedicado de dos hijos, apasionado por su arte con la madera y amante de la pesca en las aguas de Júcaro”, añadió.
“En su casa siempre había alegría. Era de esos vecinos que uno quiere tener cerca. Su alma está en cada mesa, en cada mueble tallado con sus manos”, expresó una amiga cercana.
Mensajes similares se repitieron en decenas de publicaciones, donde madres recordaban cunas construidas por él, familias evocaban juegos de comedor hechos a medida, y otros vecinos simplemente compartían su dolor: “La tristeza no cabe en nuestro corazón”, escribió uno.
La inseguridad, una preocupación creciente
Este crimen se suma a una larga lista de hechos violentos que han estremecido a diversas provincias del país en los últimos meses. La creciente inseguridad y la percepción de impunidad han generado un profundo sentimiento de desesperanza entre los cubanos.
“El maldito régimen nos ha convertido en antropófagos”, escribió una usuaria indignada. “Nos comemos unos a otros para sobrevivir”, añadió, en una frase que refleja no solo la violencia física, sino también la erosión moral de una sociedad en crisis.
“Hasta que no se ponga la pena de muerte, seguirán los asesinatos”, opinó otro internauta, mientras muchos más pedían “mano dura” o soñaban con un “Bukele en Cuba” que imponga orden con medidas extremas.
Las voces más críticas no solo se dirigieron contra los asesinos, sino también contra el gobierno cubano, al que acusan de priorizar la represión política sobre la protección ciudadana. “No es prioridad para la policía atrapar violentos, solo vigilar a los que piensan distinto”, se lee en uno de los comentarios más compartidos.
Un país herido
El asesinato de Adrián ha encendido nuevamente el debate nacional sobre la crisis de violencia que se expande silenciosamente por toda Cuba, un país que durante décadas presumió de ser uno de los más seguros de América Latina.
Hoy, sin embargo, la realidad pinta un panorama diferente. A falta de cifras oficiales, los relatos ciudadanos en redes sociales y la cobertura de medios alternativos se han convertido en termómetros del miedo. Robos con violencia, asaltos, linchamientos, ajustes de cuentas y ahora asesinatos dentro del hogar son cada vez más frecuentes.
El caso de Adrián es más que una tragedia personal: es el reflejo de un país donde la desesperación y el deterioro del tejido social se traducen en crímenes cada vez más atroces. La pobreza, la falta de oportunidades y la erosión institucional han dejado un vacío donde el crimen y la impunidad crecen con fuerza.
La familia de Adrián, mientras tanto, llora su pérdida y espera justicia. Su barrio, su ciudad y sus colegas carpinteros lo recordarán no solo por sus muebles, sino por su sonrisa y su bondad. Pero ese recuerdo también duele, porque evidencia todo lo que Cuba está perdiendo.
Mientras el tercer sospechoso sigue prófugo y la policía continúa las investigaciones, miles de cubanos se preguntan: ¿quién será el próximo?
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